Es momento de hacer un recuento sobre nuestro gasto de energía, hábitos de consumo y cosas en las que no solemos prestar atención
David Madrigal
Ingeniero en energía y desarrollo sustentable
Estamos a 28 grados, es domingo, me encuentro esperando el vuelo para volver a la Ciudad de México, después de un fin de semana de negocios en Monterrey. El vuelo comienza a demorarse. ¡Vaya sorpresa!
La ida el viernes anterior fue peor, planeaba llegar a la capital del estado de Nuevo León a las 15:00 horas y en realidad hice check in en mi hotel de madrugada, casi 14 horas después.
Tanto tiempo libre me hizo reflexionar. Fui víctima de la sobreventa y las malas gestiones; más adelante y con impotencia me doy cuenta de que no hay opciones o un lado hacia donde hacerse; quizás el servicio no es bueno pero hemos caído en una conformidad tóxica tras la que no podemos esperar que las cosas resulten como deberían.
Estamos a finales de noviembre y el aeropuerto no se ve cómo se verá en un mes durante el cierre del año. Justo es ese el motivo de esta columna que tiene el propósito de hacer algunas conjeturas. Está próximo el cierre de año y es momento para evaluar. Saber qué hicimos bien, qué hicimos mal y qué podemos mejorar.
Suelo llevarlo todo a mi trinchera. Llevo lo sucedido al tema ambiental. ¿Qué pasó?
Me pregunto ¿Qué nos queda por hacer? Y con este retraso me da tiempo hasta de entender cuál es parte o raíz del problema. La palabra mediocridad es muy fuerte, no quiero ser tan abrupto en estas fechas, usaré la palabra ineficiencia. Y es que vamos, la explotación de recursos es una cosa, el no aprovecharlos ya encontrándose explotados es igual o peor.
Es momento de hacer un recuento, mostrar casos que se traducen en impacto ambiental y que sin duda no solemos prestar atención pero que detrás se encuentran emisiones de CO2 que llegan a la atmósfera.
Un ejemplo es que, este año el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) tuvo en el primer semestre 32 mil 445 vuelos con retraso, más de 170 al día en promedio. Si pones un pie en ese aeropuerto es casi un hecho que llegarás tarde. Me parece primordial denostar que uno de los sectores más contaminantes es el transporte, es imperdonable que tenga esas fallas.
El impacto directo está en vuelos que se quedan dando vueltas y haciendo fila en el aire para poder coger pista cuando haya lugar, pero en casos peores vuelos son desviados o las trayectorias cambian, lo que implica más movilidad, pero menos eficiencia.
Nos estamos quedando secos
Igual de preocupante es la ineficiencia del sistema hídrico, una parte privilegiada de México abre la llave y sin más sale el vital líquido, no pensamos mucho que hay detrás. Recuerdo que hace unos años la OCDE y Conagua tenían el tema entre ceja y ceja, hace seis o siete años durante mis estudios de universidad encontré el dato de que 40% del agua se pierde por fugas en la red de distribución, durante este año encontré que ahora tenemos una pérdida del 50%, es decir que por cada litro que llegó a nuestras casas, industrias y comercios, la mitad se quedó en el camino.
No es el tema de donde queda el agua, ni la escasez que hay en ciertas zonas. Hablando desde la perspectiva energética, se requirió energía para extraer y llevar agua de punto A al punto B, entonces cuál sería el costo directo e indirecto, ambiental y económico por las ineficiencias en la red; cuál será el costo de tener a toda una red operativa y administrativa detrás de un sistema que simplemente no es funcional.
Ya merito…
Y cuando faltaban menos horas para coger el vuelo comencé a sentir hambre, eso me hizo plantar la vista en algo rico y merecido aunque el análisis continuaba. Pude recoger el dato que usé hace unos meses, de acuerdo con el Inegi, en México mueren cada año aproximadamente 8 mil 500 personas a causa de desnutrición, de ellos, un promedio de 850 tenían menos de cinco años de edad. Además cerca de 10% de la población mexicana no tiene acceso a agua potable.
Es triste ver estas cifras, cuando la realidad es que los recursos sobran (somos el primer país en obesidad infantil y el segundo en adulta) pero se encuentran mal distribuidos, los extremos nos están matando y la respuesta está en nosotros, pues durante mi espera llegué a la claridad de que la ineficiencia es meramente “humana” por lo que la solución también lo debe ser.
Esto lo pude observar desde el viaje que haría vía aérea, pero volteando abajo, las situaciones y los causantes no difieren mucho. Basta con ir un fin de semana en carretera a Oaxaca o cualquier día al centro de la CDMX para encontrarnos con paros, marchas y obstrucciones que causan problemas similares a los comentados del aeropuerto del AICM, todos ellos teniendo un costo ambiental por una o múltiples decisiones mal ejecutadas por parte del ser humano.
Cierre de año
Pero bueno, es cierre de año, cierre de columna y seguramente de ciclos. Analicemos lo que está bien, evaluemos qué y porqué lo estamos haciendo, después el cómo; seamos lo bastante honestos y valientes para hacer los ajustes que sean necesarios. Sepamos de qué lado de la carretera estamos, si estamos estorbando o si estamos abriendo brechas.
Al final llegué a dónde tenía que llegar, más tarde que temprano, pero era el camino proyectado. Seamos pacientes pero no pasivos, que eventualmente los aviones llegan, las carreteras se destraban y los 28 grados pueden convertirse en 30 y tendremos que estar dispuestos a seguir andando.
Te agradezco por haberme leído todo este 2021, te abrazo y a los tuyos ¡Te espero con más tinta en el 2022!